HACERSE LA
AMÉRICA
Parte 1
"Por
gran experiencia se ve, que a tierras donde no ay este
dote de oro y plata, ni ay soldado ni capital que quiera ir, ni aun ministro del
Evangelio” (Anónimo
de Yucay, |1571)
La cuestión de
la Conquista de América, de su colonización, su administración y su desarrollo
por parte de España (dejaremos fuera de este suscinto análisis a Portugal)
configura un tema de tal amplitud y vastedad, de tal extensión y volumen que
resulta difícil, cuando no imposible, abarcarlo, desarrollarlo y adentrarse en
él en su complejísima totalidad en este espacio. Llevar adelante semejante
tarea está fuera de los objetivos de la presente serie de artículos. Lo que
intentaremos en cambio, será esbozar una breve introducción a algunos de los
caminos posibles a seguir para comenzar a comprender la importancia y las
consecuencias que este proceso histórico tuvo para todos los involucrados a lo
largo y ancho, no sólo del continente americano, sino del mundo entero.
Cuando hablamos
del “mundo entero”, hacemos referencia precisamente a eso: a que el proceso de
Conquista de América no afectó solo y exclusivamente al continente americano y
a la corona que lo hubo descubierto, sino que también involucró de una u otra
manera a todos los continentes. De África salieron los esclavos que sirvieron
de mano de obra para las plantaciones; la plata de México llegó no sólo a
Europa, sino que también lo hizo a las Islas Filipinas y de allí al Lejano
Oriente, para la adquisición de artículos de lujo y del comercio. Todas las
potencias europeas del Siglo XVI y posteriores se vieron involucradas de una u
otra forma en esta conquista: a través del comercio, a través del contrabando,
a través de la rapiña, a través del tráfico de esclavos, a través de préstamos
financieros, o de los intentos de apropiación de porciones de territorio y de
los negocios que se llevaban a cabo en y con América, entre tantas otras
cuestiones. Francia, Portugal, Gran Bretaña, España, Los Países Bajos, Italia.
La economía del mundo conocido hasta entonces – mirando al mundo desde Europa –
se vio trastocada a niveles difíciles de dimensionar y que incluso cuando
logramos hacerlo, las dimensiones de las cifras escapan a nuestra comprensión.
La onda expansiva del descubrimiento
y la posterior conquista alcanzó a todos los niveles de la vida social, a la
política, a la religión, la filosofía y los trastocó, dislocó y transforma de forma definitiva a uno y otro lado del
Océano Atlántico, a conquistadores y a conquistados, y a todos quienes
estuvieron involucrados.
¿Por dónde
comenzar? ¿Desde qué momento? Una fecha tentativa podría ser hacía mediados de
la segunda mitad del Siglo XVI, tal vez 1569, año de la llegada del Virrey
Toledo al Virreinato del Perú, ya pasada la primera etapa de la conquista, esa
que se iniciara con la llegada de Cortez a México y la conquista del Imperio
Azteca, y la llegada de Pizarro a Perú y la decadencia del Imperio Inca. Más
que la fecha puntual en sí, la idea es realizar algún tipo de corte temporal
con la etapa previa, la era del descubrimiento.
Para este momento
que hemos elegido para trazar una línea
de corte, a la Corona de España ya le había quedado mucho más que claro que
América no era el Edén como había creído Colón, ni tampoco las Indias
Orientales, ni ningún paraíso celestial en la tierra. El territorio de las
colonias americanas era un nuevo
territorio y a su vez una fuente de riquezas - entonces inconmensurables e
inimaginables - de todo tipo. De todo tipo y de un volumen que en esos años se
creía infinito. Claro que los
conquistadores, más temprano que tarde, descubrirían que esa infinitud pronto se chocaría con una
realidad más finita de lo que ellos
habían creído.
Si bien los
distintos aspectos de la Conquista pueden ser presentados de forma separada, no
podemos dejar de señalar que en definitiva la mirada debe ser abarcadora.
Ninguna de las cuestiones que iremos abordando (desde la expansión de la
Iglesia, a los aspectos económicos locales, o de la minería a la esclavitud,
etc, etc) existieron por sí solas, aisladas unas de otras; muy por el
contrario, la interrelación entre todas ellas es constante, intensa,
definitoria. Son causas y consecuencias, a la vez que dependen y se desarrollan
unas con y contra las otras. ¿Qué fue más importante, la cuestión material, la
espiritual, la concreta, la cultural, la humana? ¿Podemos pensarlas
separadamente? Podemos abordarlas por separado, pero sin perder de vista que,
como todo lo humano, conforman un todo,
un todo que no será una simple suma de partes.
Tomando las
palabras del Anónimo de Yucay, replicadas en “La producción de la mercancía
dinero” (Assadourian; 222), diremos algo que ya sabemos pero que no está de más
repetir: el descubrimiento de América fue sobre todo y principalmente una empresa económica. Y lo fue a lo largo de toda la
Conquista. “El sistema colonial está
fundado en la base material y sus puntos de apoyo son el oro y la plata” (Assadourian;
224). Si en América no hubieran existido las riquezas que fueron descubiertas por los conquistadores, ni
la Corona ni la Iglesia ni los inversores privados que financiaron las primeras
expediciones de Cristobal Colón, hubieran movido un solo dedo.
“Digo, que es tan necesario, moralmente
hablando, aver minas en estos Reynos, que si no las hubiese, ni abría rey ni
Dios” (Assadourian; 224)
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